[vc_row][vc_column][vc_column_text]Construir ciudades más verdes supone un cambio sustancial en cuanto al hábitat en el que los árboles deben vivir y prosperar, comparado con las condiciones naturales en las que viven en entornos forestales o naturales.
Tan pronto como recordamos que los árboles son seres forestales podemos evitar errores que frecuentemente cometemos al diseñar nuestras ciudades y pueblos.
Un árbol en un bosque disfruta de condiciones casi perfectas: un refugio climático, tierra fértil y abundancia de nutrientes y humus, capas y capas de hojas que forman un manto no compacto, un gran volumen de suelo para enraizar, con la estructura ideal de poros y humedad.
Ahora, párate un momento a pensar en un árbol en nuestras calles. Suelos hostiles, pavimentadas, impermeables, reflectantes, con exposición al viento, al vandalismo, al tráfico. Bajo tierra se encuentra con un entorno no muy diferente. Suelos compactados, múltiples servicios urbanos que, si al árbol se le ocurre afectar con sus raíces, este seguramente verá sus raíces mutiladas.
Con estos factores en mente, podemos comenzar con éxito el proceso de integrar los árboles en el entorno construido. Protegiendo su desarrollo tanto en superficie como bajo tierra, gestionando su espacio de enraizamiento de forma adecuada, podremos recrear las condiciones óptimas para que los árboles puedan establecerse positivamente.
Obviamente, no podemos generar totalmente esos condiciones tan ideales de nuestros bosques, pero si que podemos mejorar significativamente las oportunidades de prosperar si utilizamos las soluciones correctas para un desarrollo más sostenible.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]